«En Haina se vive de milagro, Dios está presente»

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Carmen Montjeo

Carmen Montejo es voluntaria de ARCORES España. Durante dos semanas realiza su experiencia de voluntariado internacional en Bajos de Haina. Es el cuarto año consecutivo que viaja hasta República Dominicana para colaborar en el Dispensario Médico San Agustín. En este artículo explica su experiencia en la primera semana de voluntariado.

Aterricé en el aeropuerto de Las Américas de Sto Domingo el 13 de julio, ya de noche, me recibieron una bocanada de calor húmedo que rápidamente te recuerda que has llegado al trópico, y un abrazo del padre Cruz, agustino recoleto, que me vino a buscar. Ya es el cuarto año que vengo.

A un poco más de una hora, pasando la capital, está Bajos de Haina, en la provincia de san Cristobal. Enseguida percibes el «caos hainero», imposible de describir, tal cantidad de coches, camiones y motores (como se dice aquí a las motocicletas), pasando literalmente a la vez por calles y cruces, junto con una multitud  de personas sobre todo jóvenes, en un ambiente de ruido, música, colores, humos, luces…es pura vida que bulle. Aquí en Haina se vive de milagro, Dios está presente. Llegamos a casa en la parroquia San Agustín, ya la siento un poco mi casa y mi habitación. Saludo al padre Arturo, que este año ha comenzado a vivir aquí.

Al día siguiente es domingo y tras desayunar piña, mango, jugo de chinola. Celebramos la eucaristía en la parroquia, toca la lectura del » Buen Samaritano’,  me alegro, no hay otra mejor para centrar mi experiencia estos 15 días aquí: «para eso estamos, para sanar al otro» dice Cruz en la homilía…disfruto con la participación, con los cantos, y casi bailes, con los saludos y los abrazos, éste es un pueblo entrañable que celebra la fe y la vida.

Ese domingo pude asistir a una reunión con un grupo de prejuveniles que tienen entre 16 y 18 años y forman parte de la pastoral social de la parroquia, coordinan los apadrinamientos de ARCORES, revisan cada caso, las notas de cada niño, las cartas a los padrinos, la distribución del dinero…me encanta como asumen esta responsabilidad de forma comunitaria y el compromiso social desde tan jóvenes.

Al día siguiente, lunes comienza mi tarea en el Dispensario Médico, también dependiente de la pastoral social de la parroquia. El horario de atención a los enfermos es de 8:00 a 12:00 horas y de 14:00 a 17:00. El Dispensario ofrece consultas de medicina general, odontología, laboratorio y ecografías a diario, y otras especialidades algunos días por semana. Estos 15 días yo sustituiré a una doctora de medicina general que está de vacaciones.

El Dispensario atiende a pacientes con pocos recursos que de otro modo no podrían acceder a un servicio de calidad, pues la sanidad pública es deficiente y no tiene una cobertura universal. Hay múltiples aseguradoras que ofrecen servicios dependiendo de lo que el paciente pague.

Un porcentaje importante de los pacientes son inmigrantes haitianos, la población más vulnerable en la República Dominicana, los pobres de los pobres. También atendemos muchas mujeres jóvenes y niños.La patología es diferente a la que yo estoy acostumbrada: diarreas por parásitos, infecciones de la piel como tiñas y sarna, enfermedades de transmisión sexual, este mes hay alerta por brote de dengue…

Tengo que consultar en ocasiones a las compañeras sobre el manejo y el tratamiento, supone un aprendizaje para mí, también compartimos conocimientos y experiencias, es muy enriquecedor.

Hacemos seguimiento del embarazo. Los embarazos en adolescentes, tan numerosos, son un problema grave. También son prevalentes los factores de riesgo cardiovascular, sobre todo hipertensión arterial y  diabetes, es difícil su seguimiento porque los pacientes abandonan los tratamientos por no poder pagar los fármacos.

Agradezco que ser médico me permite acercarme a los pacientes y a sus relatos, pues preguntando por un síntoma, sale la vida de cada día, del trabajo, de las circunstancias personales y familiares… Intento acogerles con respeto y delicadeza, y dejarme empapar por esta realidad, su realidad. La impotencia es grande, como comentábamos un día comiendo en casa con Arturo y Cruz. El jueves 18 de julio celebramos los 24 años desde la inauguración del Dispensario en 1995.

Por las tardes, a la salida del Dispensario, y el fin de semana, participo en las reuniones y encuentros propios de la Parroquia, aquí en casa, en el salón parroquial, o en las comunidades. En esta parroquia la participación de los laicos y la misión compartida es una realidad que se palpa, y no solo un concepto teórico.

Para ello cuenta con consejos de comunidades y parroquial, equipos parroquiales como los de catequesis, animadores de asamblea, liturgia, equipo económico, de pastoral social, grupo de jóvenes..que desarrollan su trabajo para animar e integrar la vida de las comunidades, y sus acciones por el bien  común. Organizan fiestas y encuentros, como la kermesse o las patronales, y también dan mucha importancia a la formación teológica, pastoral, ecológica, social (análisis de la realidad)… de todos, para poder crecer en autonomía y responsabilidad.

Se recuerdan la necesidad de visitar a los ancianos y enfermos de cada comunidad y estar atentos a las necesidades de las personas… de nuevo, pura vida… en Comunidad. El sábado 20 participé en una reunión con Cruz y una persona de la administración del Dispensario para empezar a implementar un Proyecto de Atención Integral a Adolescentes Embarazadas en el Dispensario, con el que ARCORES colabora en su financiación.

Este proyecto parte de la Pastoral Social de la Diócesis de Baní, que coordina Cruz, y pretende ser un piloto para que otros dispensarios lo pudieran llevar a cabo también. Ciertamente es muy incipiente pero es una gran alegría poder colaborar en algo tan significativo y con tanto impacto para este pueblo.

Es muy satisfactorio también ser testigo de primera mano de cómo se trabaja a ambos lados de un proyecto, allí en Madrid en la oficina de ARCORES, y aquí en la realidad local, todos a una, por un sueño común de transformar vidas.

¡Abrazos desde el Caribe!

Carmen Montejo

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